He pensado una y mil veces escribir sobre este tema que está tan en voga hoy en día: la paternidad activa, tanto que Chile por ejemplo, promueve una campaña al respecto y es que para mí, la única diferencia entre mamá y papá, que son los nueve meses que de mamá llevaste a tu bebé adentro, pero una vez nace, tenemos iguales derechos y sobre todo DEBERES. Desgraciadamente vivimos en una sociedad donde por lo general, es la mamá quien, además de trabajar, debe encargarse de todo lo que tiene que ver con el bebé y con la casa. Y me incluyo en esto, soy el tipo de mujer que odia delegar y que ama atender a su familia (mea culpa), pero he tenido experiencias que me confirman lo siguiente:
Es MI CULPA que mi pareja no se involucre
Él perfectamente es capaz y apto para cuidar a mi hija tanto como yo, les cuento mi experiencia.
Alexandra tenía 10 meses (una bebecita), yo aún trabajaba para el gobierno y en diciembre entraba a vacaciones hasta el 23. Juan por el contrario tenía casi un mes de vacación y tomó la decisión de ¡llevarse a la niña a Colombia por 20 días! Les he de confesar que casi me da infarto cuando me dijo, porque no me lo consultó. Tomó la decisión solo y compró los boletos (iguales derechos, no soy nadie para darle permiso de salir con nuestra hija, él es su papá).
Llegaron los primeros días de diciembre y se fueron, para mí los fines de semana fueron difíciles sobre todo los domingos porque sentía la casa vacía y me sentía sola, pero durante la semana no saben como lo disfruté. Vi la temporada 1 del Señor de los Cielos ¡COMPLETA Y SIN INTERRUPCIONES! (¡Sí!, como 50 capítulos en 20 días…como verán pasaba ocupadísisissima). Salí con unas amigas y me desvelé porque podría dormir hasta tarde el siguiente día y créanlo o no, solo cenaba pan con queso crema TODOS LOS DÍAS, era lo único que tenía en la refri y no tenia la mínima intención de hacer súper ni mucho menos de cocinar.
En Suramérica la historia era otra. Por allá en un pueblito llamado Aránzazu, específicamente en Manizales, había un papá que salió a parrandear con sus amigos y el día siguiente se arrepintió porque su dulce bebé se despertó a las 5:00 a.m. y no podía seguir durmiendo a pesar de la goma (jajaja me río con risa me maldad). Tuvo que preocuparse por cada comida de la bebé durante 20 días, cambiarla, bañarla, cuidarla y mantenerla segura y ¿saben qué?, ¡lo hizo excelente! Aprendió una lección muy importante que un año y tres meses después no se le olvida: el trabajo de una mamá es agotador y absorbente, aprendió que cuando yo le decía: “vamos a dormirnos temprano” o “prefiero no salir o no desvelarme”, no era por aburrida sino porque no tiene nada de bonito despertarse a las 5 a.m. después de una noche de salida y tener que estar 100% porque tu bebé quiere jugar. También aprendió que tener entretenida a una niña durante todo un día es un verdadero arte, lo único que no aprendió fue a peinarla y a cortarle las uñas, por lo que mi gorda paso 20 días pareciendo la quinta integrante de los Beatles y con uñas acrílicas, pero fuera de eso, la pasaron divertidísimo, comieron riquísimo, su lazo se estrecho aún más y él valora mucho el papel que hago como mamá. A la fecha, al menos una vez a la semana siempre me dice:
“GRACIAS POR TODO LO QUE HACES POR NOSOTROS”
Palabras que son lo suficiente para darme ánimos en esta labor esa semana más. Del otro lado yo aprendí que los hombres cuidan a nuestros hijos tan bien como nosotras lo hacemos, ¡el problema somos nosotras! Porque no les damos la oportunidad y sacamos conclusiones sin fundamento. Recuerden: la costumbre se hace ley (me salió lo de abogada jaja).
La foto que adjunto fue el día siguiente de mi llegada, como verán Alex estaba completa y ¡hasta con libras de más!
Las invito a que me compartan su experiencia o si tienen algún comentario con gusto los responderé 🙂
Con amor María Reneé
Una mamá millenial