CASO 1
LUGAR: Una ciudad en El Salvador
DÍA: miércoles a.m.
ESCENA: Madre con un niño de aproximadamente 5 años
Madre: “Mirá hijo e tantas, ya van dos veces que digo bajate de allí”
Niño: sigue subido a una silla grande en una venta de muebles, saltando
Madre: sacude al niño fuertemente, lo baja y le da 5 nalgadas fuertes
Admito que me quedé emocionalmente impactada viendo ese fuerte maltrato y prácticamente nerviosa y temblando.
CASO 2
LUGAR: Una ciudad de El Salvador
DÍA: miércoles 6.30 p.m.
ESCENA: En casa de una amiga quien me había invitado a comer una ricas pupusas. Tiene un hijo de 3 años. El niño a los 5 minutos de estar sentadas en la mesa, se subió en una silla y posteriormente a la mesa, pateando todo intencionalmente, saltando y retando a la mamá.
La mamá (oh cielos!!) se reía como celebrando sus “gracias”, pero ni una llamada de regaño.
Me acordé inmediatamente de aquel artículo que salió hace unos días en que una mamá le pregunta a un profesional de la educación: “fíjese que mi hija de 3 años se sube a las mesas y al comedor y arma un gran relajo, ¿por qué hará eso licenciado?”. Directa y claramente él le contestó: “¿Sabe por qué lo hace?, ¡porque usted la deja!”.
Reflexionado posteriormente no sé si me impacto más el castigo del primer niño o la indiferencia de mi amiga ante el comportamiento de su niño
El castigo o la corrección de mal comportamiento; un tema difícil
Si dividiéramos las opiniones al respecto de este tema, encontraríamos a un grupo importante que está a favor del castigo de parte de los padres como un derecho a la corrección. Este castigo va desde la suspensión transitoria o definitiva de privilegios hasta verdaderas palizas.
Para aquellos que aceptan el castigo como forma de “educar-corregir” puede estar ligado a 3 o 4 consecuencias:
- La resultante emocional de los que están presentes es severa y deja una atmósfera de zozobra e intranquilidad
- La persona que castiga severamente, por lo regular descarga sentimientos de cólera ligado a la ilusión o esperanza de que el mal comportamiento no se repetirá
- Muchas personas que castigan severamente, desarrollan en un plazo relativamente breve sentimientos de culpa que las llevan a consentir al niño castigado
- El niño más que sentir los dolores físicos del castigo (aunque depende de la intensidad de la misma), siente marcado temor y poco a poco la persona que castiga se va convirtiendo en alguien aversivo, digno de temor y evitación.
¿Es el castigo un recurso universal?
La pregunta surge reflexionando acerca de si en todas las culturas se da el castigo como método correctivo. La respuesta es sí, aunque las diferencias en los tipos de castigo, en las intensidades del mismo, en sus formas de expresión, y los motivos del mismo, difieren tremendamente.
Me recuerdo una anécdota que me contaba una amiga peruana, en la que me mencionaba de una tribu indígena en la que no se daba castigo físico, pero que era suficiente que el papá murmurara unas palabras apenas audibles para que el niño temblara y dejara de hacer lo impropio.
En los Estados Unidos de América el Dr. Benjamin Spock causó una verdadera revolución cuando publicó El libro del sentido común del cuidado de bebés y niños en 1946, que fue uno de los mayores best-sellers de todos los tiempos. Le transmitió a las madres que nosotras sabemos más de lo que creemos en educación infantil.
https://es.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Spock
Cito parte de lo que sale en este link porque la posición del Dr. Spock fue muy polémica:
“Las ideas de Spock sobre paternidad recibieron las críticas de quienes veían en su promoción de mayor permisividad por parte de los padres, una relación con problemas sociales y de conducta. Norman Vincent Peale declaró a fines de la década de 1960 que «Estados Unidos estaba pagando el precio de dos generaciones que han seguido el plan de gratificación instantánea del Dr.Spock». El Vicepresidente Spiro Agnew denunció a Spock como el «padre de la permisividad», argumentando que «Spock alentó con su sistema de crianza la anarquía juvenil de los años 60»”
Y definitivamente la relación padres-hijos cambió desde entonces en los Estado Unidos.
¿Quién tiene razón?
Los que mantiene el principio del derecho al castigo físico en la forma, motivos, intensidad que sea, tanto en la casa como en las escuela (“la letra con sangre entra”), muchas veces siguen patrones de las formas de educación recibida en su familia en la infancia.
Hoy en día muchos quieren superar la tendencia personal a castigos severos, sobre todo teniendo en cuenta que esos castigos no modifican los malos comportamientos y crean relaciones intrafamiliares con altos grados de ansiedad, miedos y sentimientos agresivos reprimidos en los hijos. Pero no es fácil lo sé.
Por otro lado el libertinaje de la ausencia de castigo, de máxima tolerancia de los hijos hace o lleva a que, en varios casos, los infantes se convierten en déspotas, tiranos, con una nula tolerancia a la frustración y que en su adolescencia y adultez tendrán problemas de relación humana importantes.
El tema del castigo, especialmente el corporal es tan amplio y de importancia que “Hay un consenso amplio a nivel europeo e internacional sobre los organismos de derechos humanos que el castigo corporal de los niños debería ser expresado y ampliamente prohibido por ley”.
¿Qué se puede hacer?
Me permito hacer algunas reflexiones al respecto, consciente de que no será posible encontrar una fórmula universal, ni una opinión definitiva, pero si por lo menos traer a la luz que el maltrato intrafamiliar, el infantil sin duda, impide un desarrollo psicológico apropiado para los jóvenes, quienes se van cargando de culpas, de inhibiciones, de inseguridad, baja autoestima y marcados sentimientos ambivalentes hacia los miembros de la familia que castigan.
En mi opinión, admito que creo que el castigo físico es inapropiado, aunque difícil de erradicar, sin dejar de mencionar que, a veces, es más “doloroso” el castigo psicológico (burla, humillación, gritos, regaños dónde se cataloga de una manera peyorativa al niños, etc).
Me pregunto entonces, ¿cuál es el papel de los padres o tutores en el aspecto formativos de los niños? Lo primero es tener en mente que es muy diferente regañar que educar. El regaño es una forma de castigo de tipo psicológico, que bajo ciertas formas es igual al castigo psicológico.
La solución está en la palabra educar
Nuestro papel como madres (y por supuesto los padres) es justamente educar para que nuestros hijos tengan valores, normas de conducta y una personalidad favorable para su éxito en la vida.
Lo primero es tener en mente que castigo físico y el psicológico tienen importantes consecuencias negativas, lo cual implica autocontrol en nosotras, para no usarlos.
Lo segundo es que en nuestra sociedad y cultura existe una cantidad importante de normas de convivencia, intrafamiliar y con las otras personas, donde deben respetarse esos patrones de conducta mostrando una educación o formación apropiada. No solo porque nos van a juzgar, sino sobre todo porque respetar esas normas permite relaciones interpersonales, sociales más adecuadas y agradables.
Si nosotros como padres de familia, tenemos claro cuáles son las normas básicas en las que creemos y que practicamos en el hogar y cuando salimos, insistamos en transmitírselas a nuestros hijos, con el ejemplo y con la claridad de lo que es apropiado y tolerable dentro de la familia (cada familia tiene su propio marco de normas básicas).
Esto no se hace.
¿Será posible que los adultos podamos relacionarnos con nuestros hijos en el proceso educativo, sin escarnios, sin maltratos psicológicos, sin castigos corporales creando una atmósfera dentro del hogar y el mundo donde se establezcan normas de los que es aceptable y lo que no?
Esto no eliminaría completamente el castigo, pero si lo reduciría sólo para los casos en los que nuestro hijo, de forma indisciplinada, contradiga las normas familiares reiteradamente. Aprendería que este es un mundo de normas, leyes que deben ser respetadas.
Si “esto no se hace”, dicho de una manera segura y categórica, sin gritos, sin ponerle epítetos ofensivos al niño, se convierte en la forma más usada en el proceso educativo represivo del niño, probablemente tendremos jóvenes más seguros de sí mismo, confiados en un orden-normas social, donde el mutuo respeto nos podrá dar una convivencia más pacífica. (Por supuesto que el reconocimiento de los logros y conductas exitosas de nuestros niños es fundamental)
La falta de respeto a esas normas obviamente lleva a un castigo, si es reiterativa o voluntariamente desafiante de parte del niño. Usualmente este castigo debería consistir en perdida de privilegios por un tiempo.
Sólo un comentario más. Cuando las madres y padres optamos por la solución de aclarar las normas de la casa y de castigar en los casos de verdadera indisciplina, hay dos puntos que deben ser muy definidos:
- Las normas deben ser claras
- Los castigos deben proporcionales al mal comportamiento y claros
- Debemos ser consistente con lo pactado
¿Un sueño? ¿Una ilusión? ¿Un imposible? O una meta posible?
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